El Señor Me Miro Y Pregunto: ¿Por Que No Estan Haciendo Nada?

Vi Al Señor sentado en un Gran Trono Blanco. Una larga fila de gente se encontraba ante El. Yo estaba parada a un lado observando todo esto. Me asombró el hecho que toda esta gente no tenía cara. Donde deberían estar sus caras no había mas que piel. Cada vez que una persona venía ante El Señor, El abría un libro y leía en él todas las cosas que esta persona había hecho.

Todo estaba anotado; y El Señor leía todo el libro del principio hasta el fin. Cada persona en esta fila sería juzgada y condenada al infierno. Cada vez que El Señor le decía a una persona que estaba condenada, esta empezaba a lamentarse, a llorar y rogaba al Señor por una última oportunidad. Al Señor le rodaban lágrimas por sus mejillas, pero sacudía su cabeza y les decía que habían tenido muchas oportunidades para arrepentirse y vivir para EL. Todo esto estuvo pasando por un tiempo.
Finalmente, El Señor volteó a verme y preguntó: “¿Por qué no están ustedes haciendo algo?”. Yo estaba confundida. “¿Qué quieres que yo haga Señor?. Repliqué. “¡ Ora! “, contestó El Señor. Entonces empecé a orar. Pero en realidad no muy fervientemente. Después de poco tiempo, El Señor volteó a verme con preocupación y dijo: “Mira a esa gente. ¡Pero realmente míralos!”. Conforme lo hacía, sus caras se hicieron visibles. Ellos eran personas que yo conocía vagamente. Eran solo conocidos. Empecé a orar más fervientemente por ellos. Después de un tiempo, El Señor volteó a verme nuevamente, pero con mayor severidad, y dijo: “Mira a esta gente otra vez”. Ahora podía ver en ellos a mis amigos. El Señor me amonestó: “¡Debes orar más intensamente!”. Empecé a orar un poco más fuerte. Pero aún, la larga fila de gente seguía llegando ante El Señor. A cada uno de ellos se les leería la historia de sus vidas en sus libros personales, y entonces serían condenados.
“¿Es qué realmente entiendes y comprendes lo que está pasando aquí?”. Me preguntó El Señor. “¡Mira!”. Entonces, un hoyo se abrió detrás de la fila de gente. Eché un vistazo hacía el agujero. Había una horrible oscuridad dentro de él. Escuché gemidos y gritos y lamentos saliendo del hoyo. “¡Ve y mira!”, me ordenó El Señor. Yo no quería ir. Estaba asustada, pero parecía como si una mano en mi espalda me forzara a ir hasta el borde del hoyo negro. Cuando llegué al borde del hoyo, eché un vistazo dentro de él e inmediatamente retrocedí horrorizada. Pude ver claramente dentro del hoyo. Parecía un túnel muy largo en forma descendente. Pude ver a una muchedumbre hormigueante en el fondo. Las gentes estaban tan apretadas unas con otras, que parecía que no había espacio libre entre ellas. Había flamas y unas lengua anaranjadas de fuego salían del fondo del hoyo. Todo olía a azufre y sentí el intenso calor del fuego. Vi gusanos que se arrastraban sobre los cuerpos de la gente. Todas las personas ardían pero no se consumían por el fuego. Pero gritaban en agonía y dolor por el fuego. Miraban hacía arriba, hacía la abertura del hoyo.

Sus manos y brazos se alzaban hacía arriba. Se balanceaban y movían continuamente como grandes olas. Y todos gritaban y gritaban por liberación y por misericordia. Pero no había misericordia. No había liberación. Retrocedí horrorizada, llena de terror y angustia. Voltee a ver Al Señor sentado en Su Trono. El continuaba leyendo en los libros. Ahora veía una gran pila de libros colocados cerca del Trono. Y supe que cada una de esa personas de las que hablaba cada uno de esos libros iban a ser condenadas. Y miré la larga e interminable fila de gente reunida ante El Señor, esperando ser juzgadas. Pero ahora podía verles claramente sus caras. Eran mis amigos, mis familiares y mis padres y mis hermanos. Ellos también serían condenados. Y vi cuando ellos eran arrojados dentro del hoyo negro, y escuché como gritaban de terror mientras caían en el túnel. El Señor volteó a verme y con lágrimas corriendo por sus mejillas, me dijo: “¡Ahora debes orar!”. Yo empecé a llorar y a gritarle Al Señor para que tuviera misericordia de esa gente. Conforme cada uno era condenado, corría hasta el borde del agujero y trataba de sacarlos fuera del hoyo. Asía con fuerzas sus manos y brazos tratando de sostenerlos. Pero ellos se deslizaban de mis manos. Allí estaba yo, tratando de salvar del hoyo negro a todos aquellos a quien amaba.
Me movía desesperadamente del hoyo negro hacía el Trono del Señor y regresaba tratando de sacar a la gente del agujero. “¡ Déjalos ir ¡”. Me dijo El Señor. Protesté diciendo, “si los dejo ir, me iré yo también”. “¡ Déjalos ir !”, dijo de nuevo El Señor. Y así lo hice. Parecía que unas manos invisibles me estuvieran sosteniendo. Me acosté cerca del borde del hoyo negro, y con medio cuerpo adentro, trataba de agarrar a la gente que caía dentro del túnel. Sentía cómo las llamas me quemaban y a veces sentía como si “garras” salían del hoyo y me rasgaban, produciéndome quemaduras y rasguños en los brazos. Estaba llorando y rogando al Señor por liberación y misericordia por éstos, mis seres queridos. Rogaba al Señor para que no los condenara al hoyo negro.
Entonces El Señor me dijo: “Que fácil es orar por los perdidos, cuando estos son tus seres queridos . Pero recuerda, todos los perdidos son también mis seres queridos”. “ Yo deseo que Mis Hijos oren por ellos, por Mis Hijos perdidos, así como tú estás orando ahora por los tuyos”.
Yo levantaré una generación de intercesores que se pongan en la brecha por Mis Hijos perdidos. Estos intercesores sentirán el calor de la batalla y sufrirán quemaduras. Las fuerzas del infierno vendrán contra ellos y los atacarán. Pero aún así, Yo estaré con ellos y los sostendré conmigo…
¿AHORA, SI ORARÁS POR LOS NO ALCANZADOS… DICE EL SEÑOR?

Escrito por Hollie Moody