Cualquier Oficio Es Bueno Para Dios

En 1991, cuando estaba arreglando mis maletas para salir al campo misionero, tenía la idea que con mi profesión iba a llegar al nuevo país sin ningún tipo de problemas, incluso en el tema financiero. Después de dos años la situación era muy distinta a lo que yo me había imaginado.

Me encontraba sumido en un profundo desánimo ya que me dí cuenta de que mi oficio, profesor deportivo, no me ayudó para obtener mi residencia, ni para poder ganarme la vida como entrenador. La policía no podía creer que un profesional como yo dejara su país de origen para ir a trabajar a un país del Norte de África, donde no había sido invitado, ya que nunca se emplearía a un extranjero que no hubiera sido invitado oficialmente. Tampoco podían entender el hecho de que una organización internacional enviara como voluntario a un americano-sudamericano y no a un norteamericano, a un europeo o a alguien de un país reconocido por su potencia deportiva como Brasil o Argentina. Así que me encontré desanimado y en una situación económica muy precaria.
En esta situación, mi esposa y yo sobrevivimos durante dos años más en los que perseveramos en la lucha y pusimos a prueba nuestra fe. Gracias a los consejos de los líderes de la organización con la que trabajaba y, sobre todo, por la guía del Espíritu Santo y con el único deseo de seguir dentro del plan de Dios para nuestras vidas, encontré un área de trabajo, dentro de lo que era mi profesión, donde podía desarrollar plenamente los dones que el Señor me había dado: el trabajo entre minusválidos físicos y mentales. Hay entrenadores deportivos en el país, pero estoy plenamente convencido de que el Señor tenía guardada esta plaza para mi antes de que mi esposa y yo saliéramos para servirle como misioneros.
Sólo después de cuatro años de búsqueda, espera, perseverancia y de creer en lo que ‘‘no es’’ como si fuese, empezamos a ver claramente el camino por el que debemos andar. En estos momentos, cuando ya estoy finalizando los cinco años de servicio en esta nación, junto con mi esposa y mi hijito Omar David, empiezo a ver la perfecta voluntad de Dios en mi ministerio: trabajo con docenas de niños que nunca habían recibido amor y tengo contacto con sus familias; docenas de jóvenes y adultos minusválidos y sus familiares han sido impactados por el amor de Dios. Todo por medio de un ‘‘simple oficio’’: profesor de deporte.
Una vez más la palabra de Dios se hace carne en uno de sus hijos. El mismo que llamó se encarga de perfeccionar, fortalecer y establecer a los que son llamados.
Quizá tú, querido hermano, te estás preguntando si tu oficio de enfermero, electricista, mecánico, secretaria, ingeniero (cualquier rama), pintor, etc… puede servir para la obra misionera. Quiero decir que cualquier cosa que esté en tu mano sirve para ofrecerla a Dios y él, con total certeza, la usará para su gloria. Para Dios, tanto tú mismo como tu decisión de servir son herramientas para usar en un lugar de la Tierra.
Hay poder en esa famosa declaración que tanto se ha escuchado: ‘‘Heme aquí, envíame a mí’’. Si bien es cierto que mi profesión ni nos ha dado para vivir, ni nos dará, doy gracias a Dios porque es una gran oportunidad de que, como parte del pueblo de Dios, participemos en su obra, que es la esencia del Evangelio. Así es como podemos ver que Dios es fiel en cumplir sus promesas; él da cien veces más de lo que dejamos. Así como él tiene cuidado de los pajaritos, cuidará también de tí y, sobre todo, nunca habrá un justo que mendigue pan. ¡Aleluya! Tú eres lo mas importante, no tu oficio.

Escrito por Uzías Uzbeko

Fuente: http://www.kairos.org.ar