Evangelización en Extensión y en Intensión

San Mateo 28:16-20 – Algunos de ustedes van a pensar que he cometido una falta de ortografía. Es probable que alguien, compasivamente, escriba una C sobre la S de intensión y piense: “Pobre Pastor todavía no está bien de salud”. Pues, no me he equivocado, al escribir intensión con S quiero ponerlos en-tensión. Si vamos al diccionario descubriremos que existe la palabra intensión, con s, y la palabra intención, con c, tienen significados diferentes. Intención significa: “Determinación de la voluntad en orden a un fin”. Intensión significa: “Intensidad”.

La evangelización en extensión se refiere a la extensión en territorio: El Resucitado dijo a sus discípulos de ayer: “Me seréis testigos en Jerusalén, en Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:6). Esa misión ya ha sido cumplida. No tenemos que enviar misioneros a Africa o Asia, porque la Iglesia de Jesucristo ya está allí. La evangelización en intensión se refiere a la intensificación de la enseñanza del Evangelio en los territorios ocupados por la Iglesia. Pero, toda persona nacida en esos territorios “ocupados”, no recibe la fe por herencia. Cada una necesita tener una experiencia personal con Jesucristo. Es necesario evangelizar a cada generación, esa es la tarea que Dios nos encarga hoy, la evangelización en intensión. Las pautas para la realización de la evangelización en intensión las tenemos en la Gran Comisión de Jesucristo. Veremos el texto que nos convoca versículo por versículo: “Pero los once discípulos se fueron a Galilea al monte que Jesús les había señalado” En este versículo hay dos palabras a destacar: Galilea y Monte.

Llama la atención el hecho de que a pesar de que Mateo, escribió el Evangelio que lleva su nombre, con la intención de convencer a los judíos que Jesús es el Mesías prometido al pueblo que tenía su centro religioso en Jerusalén, enfatizó la presencia del Resucitado en la provincia de Galilea, al norte, y no en Jerusalén. En Mateo encontramos varias veces la siguiente afirmación: “Esto sucedió para que se cumpliera lo que dijo el profeta…..”. En los demás evangelios no aparece ese énfasis.

Si tuviera un pizarrón les dibujaría la provincia de Judea, al sur, la de Samaria al centro y la de Galilea al norte. La convocatoria para un encuentro en la provincia donde había reunido a la mayor parte de su rebaño y donde había desarrollado la mayor parte de su ministerio aparece tres veces en Mateo 28: Los versículos 7, 10 y 16. También aparece, como una predicción, antes de la detención y crucifixión de Jesús en Mateo 26:32.

Pero no es Mateo el único evangelista que presenta la convocatoria a reunirse, en Galilea, después de la resurrección. También la encontramos en Marcos 14:28 como predicción y en Marcos 16:7 como manifestación del Cristo resucitado. La única referencia que tenemos de este encuentro con las ovejas de su rebaño la tenemos en I Corintios 15:6, donde San Pablo nos dice que apareció a mas de 500 hermanos que se habían reunido. San Pablo no dice por qué estaban reunidos tantos cristianos después de la muerte del Maestro. Evidentemente, alguien los había convocado. Este hecho explica el por qué de la segunda palabras que quiero subrayar en el versículo 16: Monte.

Un monte es el lugar ideal para predicar un sermón a 500 personas y que todos puedan ver y escuchar al predicador. Claro que no es necesario pararse en lo alto de una montaña para enseñar a 11 discípulos. Era necesario hacer el largo viaje a Galilea porque era allí donde se encontraban los que habían sido los más fieles seguidores. Es probable que haya sido el mismo lugar donde predicó el Sermón de la Montaña. El texto dice: “al monte que Jesús les había señalado”. Luego, habían sido convocados previamente. El había señalado un lugar, no en una ciudad o aldea, sino en un determinado monte de Galilea. El encuentro de Galilea es algo especial que tiene que ver con la misión evangelizadora de los discípulos de Cristo. Dicho encuentro no excluye las apariciones anteriores en Jerusalén y en el camino a Emaús.

Todas las apariciones a personas o a pequeños grupos en Jerusalén, no fueron más que encuentros preparatorios para la gran reunión con su rebaño, en Galilea, lejos de los judíos hostiles, en su propia “patria”. Deseaba reunir a todos sus creyentes para darles la gran comisión: Mateo 28:16-20, Marcos 16:15-18. Veamos ahora el siguiente versículo de nuestro texto de hoy, Mateo 28:17. “Cuando le vieron le adoraron; más algunos dudaron”. Aquí hay dos actitudes que deseo subrayar: Un acto de adoración y otro de duda.

Lo que se traduce por adorar, en la lengua original, quiere decir postrarse. Se trata de un acto de sumisión para escuchar las órdenes del Rey. Pero llama la atención que se afirme que “algunos dudaron”.¿Quienes dudaron? No tiene sentido suponer que fueron algunos de los once que habían venido desde Jerusalén preparados para el encuentro. ¿Es posible postrarse para escuchar la voz del Señor y dudar después? Es de suponer que no. De todas maneras, alguna medida de duda es casi inevitable. Todos pecamos y el pecado nubla nuestra fe. Aunque la duda no esté, necesariamente, opuesta a la fe. Difícilmente podríamos dudar de lo que no existe. En la fe puede haber duda honesta. Quien nunca ha dudado nunca ha creído. Veamos el siguiente versículo: “Y acercándose Jesús, les habló, diciendo: Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra”.

Nos dice Mateo que cuando el Señor terminó de predicar el Sermón del Monte, “las multitudes se admiraban de su doctrina; porque les enseñaba como uno que tiene autoridad, y no como los escribas” (Mateo 7:28-29). En este momento histórico es Jesús quien afirma: “Toda autoridad me ha sido dada”. No voy a extenderme mucho en esta afirmación que supongo compartimos todos. Solo quiero señalar que San Pablo reflexiona sobre este hecho en sus epístolas a los efesios y a los colosenses, donde encontrarán más información. Allí aparece la doctrina paulina de la anaquefalaiosis, es decir, la reunión bajo una sola cabeza (quefalé), Jesucristo: “tanto la cosas que están en están en los cielos como las que están en la tierra” (Efesios 1:10). Veamos los dos últimos versículos: “Id, pues, haced discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado; y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. Aquí hay un mandato a hacer discípulos y la manera de hacerlo es: Bautizando y enseñando. En esta parte final del texto encontramos una exigencia, una gran comisión y una gran promesa.

Debemos destacar como frase muy sobresaliente: EN EL NOMBRE DE. Las palabras no son casuales, como no es casual el acto bautismal, como si alguien dijera: “hago esto en el nombre de fulano o de mengano”. El nombre tiene el significado de la naturaleza personal. Cuando uno es bautizado en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, es ofrecido tanto a la posesión como a la protección de Dios, al recibir los beneficios del acto redentor de Cristo en la cruz.

Conocemos a Dios a través de Jesucristo en su encarnación. Conocemos a Dios a través de la obra del Espíritu Santo en su visitación de Pentecostés, en la cual nació la Iglesia Primitiva y en la que hoy, los que pertenecemos a su Iglesia, somos convencidos de pecado y guiados a seguir a Cristo. Por eso decía el domingo pasado que toda congregación cristiana es una Iglesia Pentecostal, porque tenemos nuestro origen en Pentecostés y porque seguimos bajo la conducción del Consolador que Jesucristo nos dejó: El Espíritu Santo.

El misterio de la Trinidad, que recordamos hoy, nos muestra el misterio de Dios en una unidad múltiple. El objetivo de la Gran Comisión es traer a todos los hombres bajo la posesión y el poder de Dios el Creador, Cristo el Redentor y el Espíritu Santo, nuestra guia y abogado. El llamado de Cristo, hoy como ayer, es propiciar el bautismo de otros por medio de nuestra enseñanza, como producto de nuestra fe porque somos cristianos redimidos y comprometidos. El texto nos trae una gran promesa: “He aquí yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”. “Todos los días” es una traducción literal del texto griego. Lo cierto es que vivimos en días y no sabemos lo que el dia de mañana nos va a traer.

  • Hay días cuando la fe confiada reina en nuestras vidas.
  • Hay días cuando la duda se anida en nuestros corazones.
  • Hay días cuando el nacimiento de un niño nos trae alegría.
  • Hay días cuando la muerte de alguien nos entristece.
  • Hay días de paz y días de guerras.
  • Hay días en que la vida es música.
  • Hay días en que nos sentimos desolados.

Pero lo más importante en la vida es saber que el Señor está con nosotros todos los días. Evangelización en extensión y en intensión El Señor no nos envía hoy a predicar el Evangelio a tierras lejanas. No nos invita a la extensión territorial por todo el mundo. Nos invita a extender el Evangelio en nuestros hogares y en nuestro barrio. Con nuestros familiares y con nuestros amigos.

La evangelización en intensión, es decir, en intensidad, es la que realiza esa congregación metodista en los Estados Unidos a la cual hice referencia en mi primer sermón después del infarto, el 15 de mayo pasado. Recuerden que el 65% de las personas que se han unido a esa iglesia, lo han hecho por invitación de familiares o amigos. Hemos oído muchas veces que nadie es profeta en su tierra, solemos utilizar tal pensamiento como excusa. Pero recordemos que la única manifestación a nivel de comunidad cristiana del Cristo resucitado fue en su propia tierra, en Galilea, posiblemente en el mismo lugar donde predicó el Sermón de la montaña. Con la experiencia de la resurrección es posible ser profeta en su propia tierra, antes no.

Sabemos que la tarea de evangelización en intensión es más difícil que la evangelización en extensión. Pero debemos intentarlo. El Señor nos lo demanda y nos promete estar a nuestro lado todos los días, en las buenas y en las malas. El desafío está delante de todos enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado; y he aquí, yo estoy…..

Escrito por Jorge A. León y Rivero
Predicación del domingo 29 de mayo de 1994 en la Iglesia Evangélica Metodista Argentina, Congregación de Liniers.
Fuente: http://www.kairos.org.ar