Si la misión es de Dios, ¿cuál es el papel de la Iglesia? En la columna anterior examinamos la misión transcultural como obra de Dios. Ahora nos toca investigar el papel que Dios le asigna a la Iglesia en su misión. Recurrimos nuevamente a Georg Vicedom y las distinciones que él hace. El objeto de la missio Dei, según Vicedom, es la salvación de la humanidad. «La misión no puede ser nada menos que la continuación de la actividad redentora de Dios mediante la publicación de los hechos de salvación. Esta es su autoridad más grande y su comisión suprema» (1965:9). Por el envío Dios hace de la historia de salvación una historia de la missio Dei. Su envío llega a ser una revelación especial cuando se hace la palabra al pueblo (Sal 19:1-7, 8-11), y en Jesucristo, la Palabra encarnada, el Redentor. «De este modo la misión de Dios siempre es al mismo tiempo un llamado a decidir» (1965:11).
Cada persona tiene que decidirse: ¿Responderá al llamado de Dios, o estará en rebelión contra su Señor? La persona que niega ponerse a las órdenes de la missio Dei intenta restringirle a Dios en su obra, en su señorío.
Vicedom identifica tres elementos que forman parte integral de lo que es la missio Dei. En primer lugar, la missio Dei, en tanto que se identifica con el señorío de Dios, se expresa en el reino de Dios. Y en relación con el reino de Dios podemos identificar los otros dos elementos: la missio ecclesiae y la missio hominum.
El Reino de Dios
El Nuevo Testamento emplea dos frases indistintamente al describir el Reino: «reino de los cielos» y «reino de Dios». En esencia las dos se refieren directamente a Dios mismo. O sea, el Reino es la presencia y el señorío de Dios, es su eminencia divina. El vivirá con todas las personas y las gobernará a todas (Ap 21:3).
El propósito de Dios en su señorío es la recuperación redentora de todo su universo. Herman Ridderbos, en su obra La venida del Reino, explica el enfoque redentor con estas palabras: «La basileia es la gran obra divina de la salvación en su cumplimiento y consumación en Cristo. La ekklesia es el pueblo elegido y llamado por Dios, que participa de la bienaventuranza de la basileia» (1988:66). Por tanto, en Cristo Jesús vemos la realidad del reino.
Esta observación nos ayuda a entender la misión de la Iglesia.
La missio ecclesiae
La missio ecclesiae es la participación del pueblo de Dios en la mission Dei. El pueblo participa de dos maneras. Primero, la Iglesia como institución realiza su vocación divina al estar donde Cristo está y al hacer lo que él manda. Todo lo que hace la Iglesia como institución debe estar determinado por la Palabra divina y por su vocación de ser profeta, sacerdote y rey. Como profeta la Iglesia proclama la Palabra verbalmente y por hechos. Como sacerdote la Iglesia toma su cruz, se identifica con el pueblo, intercede por él, y representa el perdón de Dios al vivir su paz y su justicia. Como rey la Iglesia ejerce dominio sobre los elementos poderosos de este mundo, los principados y las potestades, y en su propia vida demuestra las primicias de la nueva humanidad en Cristo (Costas 1973:133-47).
Sin embargo, como institución la Iglesia tiene sus limitaciones. Por ejemplo, no puede inscribirse como partido político a fin de conformar las estructuras del gobierno a la voluntad del Dios soberano. No puede constituirse en universidad e impartir carreras de derecho o de administración de negocios. Por eso, los teólogos hablan también de la Iglesia como un organismo compuesto de los creyentes miembros del cuerpo de Cristo, los cuales representan a Cristo en toda actividad de su vida, sea dentro de la Iglesia institucional, afuera (en el mundo de los negocios) o en la esfera de la familia. Porque Cristo es el rey soberano, no hay distinción entre lo sagrado y lo secular. Todo pertenece a él: lo compró con su sangre cuando derrumbó el muro de división y recuperó todo el universo para el reino de Dios.
Jesús capacita con sus dones a cada miembro de su Cuerpo para servir en su misión integral. Cada creyente tiene el deber y el poder en Cristo de participar en la vocación misionera y pastoral de la Iglesia ya que cada miembro es profeta, sacerdote y rey en Cristo.
Como institución y como organismo la Iglesia realiza la misión que le ha sido encomendada. Procura estar donde Cristo está. Por medio de la participación de cristianos en todo aspecto de la vida, y por medio de instituciones paraeclesiásticas, el reino de Dios se hace visible y el nombre de Dios es exaltado.
Precisamente porque Cristo está aquí en el mundo por su Espíritu, los cristianos podemos estar con él y participar en su misión. Su presencia hace posible la misión transcultural y nos asegura los resultados.
La missio hominum
En tercer lugar algunos misionólogos hablan de la missio hominum. Este concepto es muy discutido en círculos de reflexión misionológica. Bajo este rubro se incluyen los actos humanitarios en favor del prójimo, que tienen como su objetivo principal el bien social, la reconciliación, la liberación de la opresión, la justicia y los derechos de las personas en cada sociedad humana. Estos actos loables reflejan la imagen del Creador dentro de la humanidad en general, y demuestran las señales del reino de Dios en el pueblo redimido al cumplir con el gran mandamiento: «Ama a tu prójimo como a ti mismo. (Consulte el Artículo 5 del Pacto de Lausana sobre la responsabilidad social de la Iglesia, y el Informe de Grand Rapids sobre El evangelismo y la responsabilidad social.) Dios puede hacer uso de estos actos para demostrar los signos de su Reino, pero ellos, por su naturaleza, no forman automáticamente parte del Reino y su misión. Son actos de personas pecadores y no tienen siempre la gloria de Dios como su fin principal. Debemos recordar que Dios es el sujeto del Reino y la misión; él, y sólo él, es el autor principal, el que actúa en la misión. Jamás podemos obligarlo a Dios a bendecir nuestros actos rituales, sean de culto o de benevolencia.
La figura clave en la misión de la Iglesia es el Señor Jesús. Como institución y como organismo, si la Iglesia desea cumplir con la misión que le ha sido encomendada debe procurar estar donde Cristo está por su Espíritu. Para muchas personas es una experiencia transcultural al salir de su ghetto religioso y acompañar a Cristo en su misión de dar buenas nuevas a los pobres, poner en libertad a los oprimidos, y predicar el año agradable del Señor (Lc 4:18-19). Al estar con Cristo en su misión damos gloria a Dios por la presencia de los valores de su reino en las vidas de tantas personas.
Bibliografía citada
Costas, Orlando, ed., Hacia una teología de la evangelización, La Aurora, Buenos Aires, 1973.
Ridderbos, Herman, La venida del Reino, tomo II, La Aurora, Buenos Aires, 1988.
Vicedom, Georg F., The Mission of God, Concordia Publishing House, Saint Louis, 1965.
Fuente: http://www.kairos.org.ar