Nací el 1 de Enero de 1972, en un pequeño pueblo llamado Media Luna, ubicado en la Serranía del Perijá, al nororiente de Colombia. Soy el quinto de nueve hermanos y desde muy pequeño, mi madre me llevó a la iglesia. Sin embargo, a la edad de trece años mi papá puso un negocio de venta de licor y decidió que yo debía ayudarlo. Esto provocó que yo dejara de asistir a la iglesia, y poco a poco me fui alejando del Señor.
Fue sólo después de diez años, muchas mudanzas y muchos altibajos en mi vida, que tuve que reconocer que, así como el hijo pródigo, necesitaba regresar a casa de mi Padre Celestial y así lo hice. Sin embargo, tuvieron que pasar cinco meses más para que yo regresara a Media Luna, a la casa de mi familia. A mis ojos, Media Luna es un lindo pueblo, pero no hay casi ninguna forma de desarrollo, por lo que regresar a vivir allí significaba darme por vencido en mis sueños de hacer algo realmente importante con mi vida. Por eso pensé que mi regreso sería sólo algo temporal.
Regresar a Media Luna significó también mi regreso a la iglesia en la que había crecido. El pastor no era el mismo, pero no pasó mucho tiempo para que el nuevo pastor, y yo nos hiciéramos muy buenos amigos. Cierto día llegó un misionero suizo llamado Marcos Porret a exhortar a la iglesia para continuar el trabajo que él estaba haciendo entre el grupo étnico, pues por el orden público se veía obligado a salir de la región. Nosotros habíamos crecido en la región, rodeados de varios asentamientos yukpa, y no tendríamos por qué tener problemas. Además, éramos cristianos comisionados para ir y hacer discípulos de Cristo. Mientras Marcos se dirigía a la iglesia, mi corazón latía fuertemente, y la convicción de que Dios me estaba llamando a llevar su Palabra a los yukpa crecía con cada palabra que salía de su boca.
Cuatro meses después, le dije a mi pastor que creía que Dios me estaba llamando a trabajar entre los yukpa. Él se alegro mucho, pues llevaba mucho tiempo orando para que Dios enviara a alguien que pudiera compartirles del amor de Dios en su propio idioma. El pastor Aníbal creció muy cerca de un asentamiento yukpa y muchas veces les compartió el Evangelio; pero a pesar del gran esfuerzo que ellos hacían para entenderlo, sus limitaciones con el castellano eran muchas. Ahora, yo estaba dispuesto a ir y el pastor estaba de acuerdo, pero faltaba que la iglesia lo aprobara.
Yo crecí en Media Luna, pero durante los años que dejé de asistir a la iglesia y los cincoaños que viví fuera, el liderazgo de la iglesia había cambiado y ya no me conocían. Los seis meses que llevaba en el pueblo no bastaban, necesitaba pasar un tiempo de observación y trabajar en la iglesia, lo cual hice durante año y medio con grupos celulares y con el grupo de jóvenes y adolescentes, al mismo tiempo que me capacitaba bíblicamente.
Algunos líderes seguían dudando de mi llamado y pensaban que eran simplemente emociones, pues estaba recién convertido. Pero decidieron que la forma de probar mi llamado era que me hiciera cargo de una iglesia fuera del pueblo que estaba muy cercana a la comunidad yukpa de Caño Padilla. De esa forma podría tener contacto ellos, mientras también ayudaba a mantener la iglesia abierta. Yo aprovechaba cada momento que podía pasar entre los yukpa, aunque fue un tiempo muy difícil porque que yo aun no sabía nada sobre cómo desenvolverme en una cultura diferente a la mía, ni qué esperar de ella. No hablaba el mismo idioma y muchas veces me frustré bastante al no poder comunicarme efectivamente con ellos. Mi frustración era tal, que algunas veces llegué a dudar si verdaderamente Dios me había llamado a trabajar con ellos, y si los valores que había aprendido en mi casa eran mejores que los que estaba adquiriendo.
El maestro de la escuela de la comunidad, un yukpa llamado Armando, fue quien más problemas me ocasionó. Él decía que los blancos únicamente se aprovechan de ellos, por lo que sembraba desconfianza en el resto de la comunidad y no perdía oportunidad para humillarme públicamente, burlándose de mi pronunciación en las escasas palabras del yukpa yo que conocía. Sin embargo, Dios no tardó mucho en actuar. Armando tenía que hacer una profesionalización, pero no podía con las matemáticas por lo que buscó mi ayuda. De ahí, poco a poco, nació una buena amistad que hasta ahora me ha abierto puertas en la comunidad yukpa de Caño Padilla.
Después de seis meses, los hispanohablantes que vivían en las fincas cercanas a la iglesia donde me habían enviado a servir, se quejaron con la iglesia madre de que yo perdía mucho tiempo entre los «indios», en vez de ir a visitarlos a ellos. Esto me dio la oportunidad de hablar nuevamente con la directiva de la iglesia y explicarles que lo que yo quería era trabajar con los yukpa, y sólo entonces me enviaron a la capacitación en misiones transculturales.
Estudiaba tres veces al año en el instituto transcultural, y a la vez debía hacer las prácticas mientras viajaba hacia la capital del país para tomar la capacitación. También viajaba a Media Luna para seguir colaborando con la iglesia. Además, hacía visitas periódicas a Yukatán, una comunidad yukpa que tenía menos contacto con los hispanohablantes, lo cual era idóneo para que aprendiera su idioma. Después de hacer esto por tres años, terminé mi capacitación, pero entonces la iglesia se dio cuenta de la falta de preparación que tenía el liderazgo; y por mis recientes estudios, yo era idóneo para colaborar con la iglesia, aplicando lo que había aprendido. Así que, aunque me fui a vivir a Yukatán, muy a menudo tenía que bajar al pueblo para dar discipulados a diferentes miembros de la iglesia, pero mi preparación era para un trabajo transcultural.
Al ir a Yukatán por primera vez, me encontré con don Antonio, un anciano de la comunidad que de joven conoció y trabajó para mi papá. Muy emocionado de conocer a uno de los hijos de su antiguo empleador y amigo, me ofreció toda su ayuda y pidió que me quedara en esa comunidad para aprender su idioma y de su cultura. Me presentó a toda la comunidad, les dijo que mi padre siempre fue muy bueno con los yukpa, y que ahora yo iba a vivir entre ellos, lo cual permitió que me sintiera seguro con ellos.
Yukatán fue, hace muchos años, una finca de mi padre, por lo que don Antonio no tardó mucho en llevarme al lugar en donde había estado nuestra casa. Siempre me ha impresionado cómo Dios utilizó a mi padre, muchos años atrás, para abrirme las puertas de esta comunidad ahora, después de tanto tiempo.
Los yukpa me dieron la bienvenida a Yukatán, sin embargo, me ha tomado mucho tiempo ser bienvenido a la sociedad yukpa de Yukatán. Me refiero al poder participar en sus reuniones y a ser parte de los hombres yukpa. No como cuando estaba recién llegado y me senté con ellos durante una de sus reuniones, y ellos inmediatamente detuvieron su reunión porque yo estaba allí. Entonces yo era un intruso, ahora soy un amigo digno de su confianza.
Ya estaba capacitado para las misiones transculturales, pero definitivamente no lo estaba para no escuchar el español por períodos tan largos. Comunicarme en yukpa me requería mucho esfuerzo y me resultaba agotador tratar de entender todo lo que me decían. Luego llegaba la noche y extrañaba mi cama, porque en la comunidad, en cambio, tenía sólo una estera (tapete hecho con hojas de plátano). Ha sido un largo camino, y aunque no todo ha sido fácil, ahora disfruto cada momento entre ellos, al punto de que cuando estoy en Media Luna, extraño mi vida en Yukatán; sin embargo, cuando estoy en la sierra, sigo extrañando Media Luna. Y así ya tengo ocho años viviendo y haciendo relaciones con ellos; tres años mien45 tras me capacitaba, un año haciendo visitas periódicas cortas, y cuatro años a tiempo completo.
Con el tiempo, he entendido mejor el llamado que Dios me hizo. No se trataba únicamente de hablar a los yukpa de Su amor, sino de compartir con ellos Su Palabra de amor, compartirla de tal forma que hable a sus corazones, y qué mejor, que hacerlo en el idioma de su corazón. Espero algún día poder entregarles el Nuevo Testamento traducido a su idioma, y ayudarlos para que puedan tener una iglesia autóctona, con líderes autosostenibles. Mientras ese momento llega, mi trabajo entre los yukpa ha consistido en corroborar datos que un lingüista del ILV recopiló de uno de los dialectos del yukpa, antes de tener que salir de la comunidad por problemas de orden público. En base a esos datos y a otros que he recopilado a lo largo de los años, hemos creado un alfabeto para el idioma yukpa. Le he he tenido que hacer algunas correcciones en base a pruebas que he hecho en varias comunidades, con pequeños libros creados específicamente con el objetivo de probar la aceptación y unificación de dicho alfabeto.
Aún hay mucho trabajo por hacer, ya que por increíble que parezca a los ojos de algunos, los yukpa no son dignos de tanto esfuerzo y trabajo. Por eso, parte importante en el proyecto yukpa es rescatar sus valores culturales y su historia a través de la lectoescritura, y así revalorar la cultura yukpa, tanto a sus ojos como a los del resto del mundo. Nunca olvidaré las lágrimas de alegría que una anciana derramó cuando tuvo en sus manos por primera vez un libro que hablaba como ella, y que además estaba ilustrado. Ella no podía leerlo, pero disfrutaba al escucharme leerlo. Actualmente enfrento nuevos retos, ya que hubo un reciente cambio de pastor y muchos de la directiva de la iglesia no han visto como importante mi trabajo entre los yukpa. El apoyo de la iglesia no es mucho. Otro reto es el tema del orden público, que no me permite ir a las comunidades más lejanas, las cuales tienen menos con46 tacto con la cultura castellana, y por lo tanto serían las ideales para mi trabajo. Ya en dos ocasiones he tenido que charlar con la guerrilla, porque ellos quieren que me salga de la comunidad y que los deje con sus creencias.
Dios sigue al control, y ante estos retos, Él ha dado maravillosas soluciones. En el caso del orden público, la comunidad yukpa salió en mi defensa, recordándole a la guerrilla su libertad de poder decidir sobre a quién le permitían, o no, la permanencia dentro de sus tierras. En cuanto al apoyo para el proyecto, desde hace poco menos de un año una pareja capacitada en el área de lingüística y alfabetización se ha unido al proyecto. Además, ahora cuento con mi esposa, quien también esta capacitada en estas áreas. Y doy gracias a Dios por las iglesias y amigos de Guatemala y México, quienes desde hace poco más de un año se unieron a mi iglesia en Media Luna para el sostenimiento económico y en oración del Proyecto yukpa.
Fuente: TESTIMONIOS DE MISIONEROS IBEROAMERICANOS JESÚS LONDOÑO, COMIBAM
Enlace: http://es.etnopedia.org/wiki/index.php/Yukpa