“La iglesia de nuestro tiempo y lugar está en gran parte enfocada hacia adentro. Se ha perdido de vista el mundo fuera de sus muros… Dios es un Dios misionero, y la iglesia debe ser una iglesia misionera… La iglesia existe para ninguna otra razón que para participar en la misión de Dios. Sin misión no hay iglesia.” ~ Dr. Walt Kallestad Community Church of Joy
Te has preguntado cuántos cristianos viven de manera conformista y mediocre, a pesar de que oran, leen la Biblia y asisten a la iglesia? Has considerado que este tipo de creyentes -que no son pocos-, representan en algún sentido lo que un cristiano debería ser ante la sociedad y la iglesia misma, a un alto costo de desprestigio del Evangelio y de la Iglesia? Has considerado los obstáculos y barreras que levantamos por el comportamiento contradictorio de muchos creyentes en un mundo que necesita conocer a Cristo a través de nuestros hechos más que nuestras palabras? Será que existe una desconexión entre el Cristo y el Evangelio de la escritura y el cristianismo de nuestro tiempo?
A lo largo de la historia de la comunidad de Dios en el mundo, desde los tiempos de Israel hasta la iglesia del siglo XXI, nos hemos desviado una y otra vez de la esencia del mensaje de la Biblia, olvidando con frecuencia como individuos y como pueblo de Dios, quiénes somos y lo que debemos hacer.
La iglesia de nuestro tiempo, necesita regresar con urgencia al evangelio bíblico, anhelando como resultado vidas verdaderamente transformadas que puedan a la vez ser un intrumento de transformación a otros, porque el costo de no hacerlo es elevado para nuestras vidas, nuestras familias, nuestras iglesias y el mundo que nos rodea.
La transformación genuina, que tiene su origen en el impacto de Dios y su Palabra en nuestras vidas a través del discipulado, ha sido sustituído por la predicación desde el púlpito, programas a la medida de cada quien y actividades cada vez más atractivas y “exitosas”; pero el costo de la falta de discipulado transformacional sigue siendo grande. El costo de los creyentes que no se toman en serio a Jesús es vasto para quienes no conocen a Cristo y devastador para los que sufren y mueren de hambre física y espiritual en el mundo. Sin embargo, no solo ellos pagan el precio, nosotros, la iglesia, también lo pagamos.
El pastor David Ruiz, coordinador de la Mesa de Misiones de la Alianza Evangélica Mundial, sugiere en su libro “La Transformación de la Iglesia” lo siguiente:
“Es la hora, y espero que no demasiado tarde, en la cual iniciemos una campaña de transformación de la iglesia, transformación en su llamado, transformación en su compromiso, la revisión de su propósito y volver a las cosas sencillas que dieron origen a la iglesia. No es sólo el tiempo de sumar un nuevo ministerio, de introducir el tema misionero en la ya saturada agenda de la iglesia, es hora de volver a la Palabra y de revisar lo que la Biblia dice acerca de la razón del paso de la iglesia sobre la faz de la tierra.
Si la iglesia llega a ser, lo que Dios quiso que fuera, necesariamente se volverá, una iglesia misionera.”
Con esto en perspectiva, creemos que la iglesia necesita volver a sus raíces en muchos aspectos, para revisar la naturaleza y propósito de su existencia.
Necesitamos convertirnos en una iglesia misional, es decir:
“una iglesia enfocada en Dios y en los perdidos, y no en ellos mismos.”
Una iglesia misional, comprende que la iglesia, está más allá del templo, y por eso, siente la libertad y la responsabilidad de salir para alcanzar a los perdidos siendo obedientes al llamado de Dios, -que no es otra cosa que la Gran Comisión- en su comunidad, en su región y en el mundo, reflejando el carácter de Dios en sus vidas.
En una forma más descriptiva, podríamos decir que una iglesia misional entiende su identidad, su responsabilidad y su visión.
Su identidad y su esencia es ser una comunidad de fe, llamados a mostrar el carácter de Dios en las vidas de sus miembros.
Su responsabilidad es compartir el Evangelio en avanzada, en todo tiempo y lugar, dentro y fuera de su cultura; promoviendo la transformación espiritual y social.
Su visión es alcanzar a los perdidos en su comunidad y el mundo. Está comprometida con la Gran Comisión y a través de ella, tiene la oportunidad de ser parte de la tarea de congregar a personas de toda tribu, pueblo y nación, para adorar eternamente a Jesucristo. Su visión no está condicionada a sus capacidades o recursos, sino por su obediencia y compromiso.
Le invitamos a que juntos caminemos en esta experiencia de crecimiento espiritual y cambios de paradigmas en la forma en que vivimos nuestro cristianismo, la forma en la que hacemos iglesia, y la forma en la que alcanzamos a los perdidos, especialmente a aquellos que nunca han escuchado de Jesucristo, ni escucharán, a menos que la iglesia se convierta en una iglesia misional.
Por Carlos Gómez
Fuente: http://www.misionespaam.org/?p=58