Llamado Para Servir

Un Momento Inolvidable: La voz del capitán anunció a través del sistema de sonido de la aeronave: «Señores pasajeros, brevemente iniciaremos nuestro descenso al aeropuerto de Hong Kong. Por motivos de seguridad, por favor manténganse sentados, con sus cinturones abrochados».

Al mirar a mi esposa, vi que también en ella había una enorme alegría al escuchar aquel anuncio. La razón no era por el término de un viaje largo, sino por la realización de un sueño de años que se tornaba realidad. El señor Dios, con sus manos fuertes, nos trajo a la China. Fue en el año de 1983 que iniciaríamos un capítulo más de nuestra vida ministerial.

La Razón De Un Llamado

Nací en un hogar cristiano, bajo circunstancias muy interesantes. Mi madre, cuando estaba embarazada, se tornó muy enferma debido a problemas renales y cardíacos. Su médico le explicó que lo mejor sería tener un aborto clínico, ya que su estado de salud colocaba en riesgo la vida del bebé y su propia vida. Desechada la propuesta, lo que ella decidió hacer fue orar y dedicar el bebé –que era yo– al servicio del Señor.

El 14 de mayo de 1958 nació Olinto F. De Oliveira; hijo de un hombre creyente muy honesto, que también era llamado por el mismo nombre. Como yo era fruto del segundo matrimonio de mi madre, recebí por herencia dos hermanas y un hermano, todos ya en edad casi adulta.

Mi infancia fue simple, más con una visión futurista. Mis padres invirtieron bastante en mis estudios, sabiendo que mi futuro dependería de eso. Crecí muy activo en mi iglesia local, y fue en este contexto, de un obrero laico, que fueron despertadas y desenvueltas mi cualidades y dones ministeriales.

A los diez años me sentí desafiado para el trabajo misionero. Fue en un culto de nuestra iglesia, cuando un misionero confrontó a la congregación con las necesidades de los indios brasileros. Debido a su involucramiento y su entusiasmo en los trabajos de la iglesia, el «joven Olinto», como era conocido, ya recibía el nombre de «Pastorcito ». Cuando alcancé la edad de universitario, decidí optar por una facultad teológica. Mis padres entendieron mi decisión, ya que ellos tenían en la memoria aquella oración hecha por mi madre, dieciocho años atrás. Entonces poco sabían ellos, y yo también, de las grandes sorpresas y desafios que me aguardaban en los años que vendrían.

Escuchando El Clamor De China

Fue a finales de la década de los años setenta, en la Facultad Teológica en Río de Janeiro donde estudiaba, que comencé a entrar en contacto con la nación más grande de Oriente –La China. Los datos sobre China y el sufrimiento de la iglesia en aquella nación apelaron mucho a mi corazón y desafiaron mi vocación ministerial. ¿Quién estaría dispuesto a hacer algo productivo en aquella nación? ¡Yo estaba! Finalmente llegué a la conclusión de que mi trabajo sería en los campos de China.
El desear y el realizar necesitan de tiempo para concretarse Terminé el Seminario casado. La joven era aquella de quien me enamoré cuando la vi por primera vez en nuestra iglesia en Río de Janeiro. Ella también estudiaba en una escuela bíblica, y estaba lista para el trabajo en las misiones.

Ya casados y formados, sentimos la confirmación del Señor para nuestras vidas, a través del ejemplo bíblico de la vida del patriarca Abraham y de la confirmación de nuestra iglesia. El texto que nos marcó fue el de Génesis 17.1: «Era Abraham de edad de noventa y nueve años, cuando le apareció Jehová y le dijo: ?Yo soy el Dios Todopoderoso: anda delante de mi y sé perfecto?».

Las Puertas Comienzan A Abrirse

Después de pasar por un entrenamiento básico, más especializado en la área de misiones, y de una convicción mayor del trabajo del Señor en nuestra vida, partimos para el campo misionero en 1982. Llegamos a Hong Kong como los primeros misioneros brasileros en Asia entre los chinos y en cooperación con la Misión OMF (Overseas Missionary Fellowship), donde ministramos en la áreas de formación de liderazgo y evangelismo. Nuestro ministerio nos ha llevado también a China Continental, Macau y Taiwán. Hemos visto la mano del Señor trabajando en nuestra vida de una forma maravillosa. Primero, sustentándonos a través de nuestra flaca y enferma economía del Tercer Mundo. Segundo, capacitándonos para aprender los idiomas necesarios que en el momento incluye el inglés, cantonés, y mandarín. Tercero, dánonos dos compañeros misioneros, que son nuestros hijos: Deborah Christina (1986) y Olinto Junior (1988). Nuestros hijos son frutos de verdaderos milagros, ya que mi esposa tenía un problema de salud que le imposibilitaba engendrar. Entonces, una vez más el Señor tocó nuestra vida y nos hizo fértiles. Hoy, nuestros hijos son llamados en chino: «Gracia de la Oración» y «Gracia Celestial », como un marco y para testimonio de lo que Dios ha hecho en nuestra familia.

Un Tiempo De Ministración

En casi veintincinco años de trabajo misionero, hemos visto y hecho de todo un poco: trabajo pastoral, trabajo de evangelismo público y personal entre drogadictos y prostitutas, en los presidios y en barrios marginales, y en cenas con hombres de negocios, así como trabajo en el área académica con la formación de líderes y entrenamiento de misioneros para el trabajo transcultural.

Así que cuando llegamos a Hong Kong, el tiempo fue dedicado al estudio del cantonés y de la cultura china. Al mismo tiempo que aprendíamos, buscábamos compartir la verdad del evangelio con el poco conocimiento que teníamos del idioma local. Fueron días de dificultad, porque tuvimos que aprender el chino a través del inglés, que tampoco es nuestra lengua madre. A veces me perguntan cuál es la mejor experiencia en el campo misionero. Creo que la mejor de todas ha sido el trabajo del Espíritu Santo en mi propia vida, amoldándome según su voluntad y preparándome en el ejercicio de la paciencia, para los desafíos más grandes que tendré en el futuro.

En Hong Kong apoyamos a pastores locales en el desarollo de su trabajo y liderazgo local, pero los recuerdos más exóticos vienen de las experincias obtenidas en el trabajo de evangelismo en los poblados que están en el llamado «Nuevos Territorios» (área que hace frontera con la China Continental). Fue en esa época que logré tener el gusto del encontrar y hablar de Jesús a personas que nunca habían oído acerca de Él. En aquella gran ocasión, parte de aquel poblado todavía no tenía la presencia de ningún testimonio activo cristiano.

Me acuerdo de una anciana que seguramente tenía casi noventa años. Al escuchar de Jesús me dijo que jamás había oído de Él, y que a lo mejor Él no tenía residencia ni familiares en aquel pueblo, porque ella era residente allí desde sus niñez. Qué alegría poder decirle que el Jesús al que yo estaba referiéndome es el hijo del Dios vivo, el creador de los cielos y de toda la tierra; además, ¡es todopoderoso, es el Emanuel, el Dios con nostros! Esta es una larga historia, pero aquella señora entendió el mensaje. La ciudad vecina de Hong Kong es Macau, con una población evangélica menor del 1% de cristianos. Por esta razón, en 1994 acordamos, con el desafio del Señor, en residir acá. En estos últimos doce años hemos promovido en Macau el trabajo evangelístico y la cooperación con la Asociación de Misiones Evangélicas de Hong Kong para el entrenamiento de misioneros chinos.