Misiones Transculturales Al Alcance De Todos

Ya hace más de quince años que por primera vez nos sentimos verdaderamente llamados a venir al mundo musulmán para hablar del amor de Dios y de la salvación que él tiene preparada para cada persona en este mundo. Pertenecemos a una pequeña iglesia de Hermanos Libres en Belo Horizonte , Brasil, y ellos, al oír lo que decíamos en ese tiempo, no se sentían muy a gusto con la idea. Después de treinta años de haber estado congregándose en el mismo lugar, no habían experimentado ningún crecimiento significativo. Por el contrario, vivíamos días difíciles, con escasos recursos financieros, y consecuentemente parecía más fácil no escuchar aquel llamamiento.
En el año 1987 empecé un curso de misionología en Viçosa, en el Centro Evangélico de Misiones. Mercia, la que sería mi esposa, siguió con su empleo en Belo Horizonte, mientras era discipulada por una pareja de amigos. Fue en este tiempo cuando ella recibió del Señor el llamamiento para la obra misionera. Nuestra iglesia no participó ni siquiera en el pago del curso. Un grupo de amigos decidió costear el proyecto e intentar pasar la visión al resto de la congregación. Dos años más tarde, ya casados, nos presentamos como voluntarios a la Misión Kairós. Soñábamos con el trabajo entre los seguidores del Corán, pero nuestra iglesia nos impidió salir.
A pesar de parecer que estábamos retrocediendo en el camino que habíamos empezado a conocer, decidimos sujetarnos a nuestros líderes. Pensábamos: ¿cómo podemos afirmar que creemos que el Señor tiene el poder para cambiar el corazón de los perdidos que no lo conocen, si no creemos que él puede cambiar el corazón de nuestros líderes, que cada día están estudiando su Palabra y buscando hacer su voluntad? Fueron tres años de mucho trabajo en nuestra iglesia local, al final de los cuales toda la congregación estaba convencida de que debía enviarnos a lo último de la tierra. Sin embargo, no teníamos recursos para hacerlo.
En un paso de fe, nos presentamos por segunda vez a la Misión Kairós para ser entrenados y más tarde enviados a un pueblo islámico no alcanzado. Después del entrenamiento en São Paulo, estuvimos dos años y dos meses en Colombia: cinco meses en Medellín y un año y siete meses en el Chocó. Nuestra pequeña iglesia experimentó en estos dos años un crecimiento que jamás antes había experimentado; pasó de 58 a 95 miembros, y por fin pudo cumplir fielmente su compromiso financiero.
Entonces sí, después de un curso de lingüística, fuimos enviados a Senegal a través de PM Internacional. Ahora estamos en este país trabajando entre los wolofs, una etnia mayoritaria, con 3.200.000 personas, 99,9% de ellas musulmanas. Ya hace cuatro años que estamos aquí. Ahora tenemos dos hijos. Nuestra pequeña iglesia sigue apoyándonos integralmente a pesar de que el costo es ahora más del doble de lo que era en Colombia. El crecimiento de la iglesia ya pasó del 120% y los hermanos están involucrados en el entrenamiento de un segundo misionero que se prepara para ir a India.
Hoy día nos alegramos de haber aceptado el desafío no sólo de llevar las buenas nuevas a los perdidos, sino de esperar hasta que el Señor convenciera a toda una congregación de que esto no es tarea para una pareja y algunos contribuyentes, sino para toda una iglesia que esté buscando del Señor cuál es su papel en las misiones. Nos alegra ver que una pequeña congregación de 130 personas sigue verdaderamente involucrada en la obra misionera. El desafío es grande, pero Dios es fiel para cumplir todo lo que prometió a su pueblo. Y de él vendrá el poder para que hagamos su obra. Por lo tanto, sigamos adelante y anunciemos hasta lo último de la tierra su gloria y su salvación.

Escrito por Celso y Mercia Soura

Fuente: http://www.kairos.org.ar